La irrelevancia de Apesteguia y Jover
Unos conformistas Lluís Apesteguía (Més per Mallorca) y Antònia Jover (Unides Podem) parecen haber asumido el papel de muletas necesarias para encumbrar de nuevo a Francina Armengol al frente de otro pacto de progreso en Baleares. No creo exagerar si afirmo que la verdadera candidata de Més y Podemos es la socialista Armengol, que ha logrado abducirlos de tal modo que Lluís y Antònia apenas se atreven a levantar la voz sin el permiso de la inquera.
En efecto, Armengol se presenta a sí misma como la única candidata de las «fuerzas de progreso». Sólo la tradición y un cierto respeto a la militancia impiden que los tres partidos se presenten en una coalición preelectoral de pleno derecho con Armengol a la cabeza. Veremos estos días si, ante las imposiciones del PSIB en el debate electoral en la telearmengol de Andreu Manresa, las pataletas de Més y Podemos son de verdad o sencillamente son otra pose de cara a la galería antes de agachar nuevamente la cabeza.
Esta sumisión lanar, esta asunción de un rol secundario en Més y Podemos, resultan tanto más llamativas si recordamos años atrás la fiereza de los ataques de Més y Podemos a la empresa pública PPSOE, la sociedad anónima que ha venido repartiéndose el Estado en lo que llevamos de democracia. Nadie se acuerda ya de las bravuconadas de Apesteguia nada más acceder al liderazgo de Més tras liquidar a la vieja guardia encabezada por Miquel Ensenyat y Bel Busquets. «Més no ha conseguido llevar sus señas de identidad a la acción diaria del Govern». «Més no ha tenido el peso que merecía en este Govern». «El pacto de 2019 no reflejaba ni el peso ni la contribuión de Més per Mallorca a esa mayoría». «La negociación del futuro pacto tendrá que ser en otros términos». Declaraciones todas ellas realizadas en Última Hora (03/12/22), en las que el de Deià llegó a insinuar incluso que prefería -a menos que la militancia pensara lo contrario- no formar parte de un cuatripartito liderado por Armengol y quedarse en la oposición para ser presidente en 2027. Por la boca muere el pez.
¡Y qué decir de aquel Podemos rockero de hace ocho años! Nadie se acuerda de aquel frente díscolo y crítico formado por Alberto Jarabo y Laura Camargo que, a caballo entre el poder y la oposición (2015-2019), tantos quebraderos de cabeza ocasionaron a una tambaleante Armengol, que apenas había conseguido el 19% de los votos en 2015. La inquera pasó las de Caín en su primera legislatura, aprendió la lección y ha logrado domesticar a los dos fieras que ahora no pasan de cachorros a las que da de comer de la mano.
A tenor de los sondeos, el abrazo del oso parece haber surtido efecto. Todo indica que Més y Podem no han capitalizado electoralmente las consejerías que han gestionado. Apenas han gozado de ninguna visibilidad en un Ejecutivo en el que la omnipresente Armengol y su fontanero Negueruela han atraído todos los focos. El PSIB no ha dudado en adueñarse de los éxitos del Govern. Tampoco ha dudado en señalar a sus socios minoritarios por los fracasos. Los socialistas incluso se han adueñado de las propuestas más atrevidas de sus dos socios minoritarios, colgándose la medalla sin rubor porque están convencidos de que, por muy extremas que sean las propuestas de nacionalistas y podemitas, estar en la vanguardia de los cambios sociales, económicos y culturales significa estar en el bando correcto del Progreso y del Porvenir, al margen de los sacrificios y costes que supongan estos cambios en términos de bienestar, prosperidad, escrúpulos morales o justicia.
Para políticos como Armengol y Pedro Sánchez, que sólo se miden con la Historia, la tentación de liderar el Progreso y pasar a la Historia como adelantados a su tiempo es demasiado grande. «El futuro ha dado la razón al progreso», ha declarado recientemente un campanudo Sánchez para celebrar la conversión del aborto en un derecho por parte del Tribunal Constitucional. El Progreso es el Progreso y arrasa con todo. No se pueden hacer tortillas sin romper ningún huevo.
Algo se debió oler el más ducho Josep Castells, líder de Més per Menorca, que por alguna razón prefirió apoyar al Govern desde fuera sin llegar a integrarse en él. Con la perspectiva que ofrece siempre el paso del tiempo, tal vez la decisión de Nel Martí de segregar Més per Menorca de Més per Mallorca y conformar un grupo parlamentario propio no fuera tan descabellada y caprichosa como nos pareció entonces. Las perspectivas electorales de Més per Menorca son sin lugar a dudas mejores que las que presentan sus hermanos mallorquines. Y la sensación de irrelevancia indudablemente menor.